Simple-Mente
Beatriz
E. Alvarez
La
intimidad ya no existe en un mundo cada vez más digital, cada vez más vigilado.
El diccionario de la lengua española define la privacidad como: ámbito de la vida privada que se tiene
derecho a proteger de cualquier intromisión. También puede ser definida
como el ámbito de la vida personal de un individuo,
quien se desarrolla en un espacio reservado, el cual debe mantenerse confidencial.
Tuve la oportunidad el
pasado fin de semana de ver en TV UNAM el documental “Panopticon: ilusión of privacy”
–significa “ver todo” en griego–realizado hace cinco años (2012) que tiene
impacto periodístico y es socialmente crítico, realizado por Peter Vlemmix
joven director y productor de cine holandés, en el que realiza una
investigación en los Países Bajos, centrada en el estado de privacidad en la
sociedad moderna.
Nos
enumera una serie de violaciones de la privacidad como: reconocimiento facial
en los tranvías de Rotterdam, almacenamiento de matriculas en las carreteras,
archivos psiquiátricos en las aseguradoras y el gobierno y la inspección
profunda de paquetes, teléfono, correo electrónico y computadoras (cámara y
micrófono).
A
través de entrevistas, Vlemmix nos muestra un ejemplo en Alemania, la población
tiene más consciencia de la privacidad como resultado de la memoria del régimen
nazi, cuando se quemaban las listas de personas para que no supieran quienes
eran judíos. “Nunca se sabe cuándo van a hacer uso de la información”.
Me
pregunto cuantas personas en nuestro país están conscientes de que toda su
información “privada” está circulando en la red. Si alguien hubiera dicho hace
cincuenta años que nosotros mismos les daríamos al gobierno y a los
delincuentes nuestra información personal, no le hubieran creído. Hoy es una
realidad.
Dicen
los expertos que mientras más se “cruce” la información mayores posibilidades
existen de exponer nuestra intimidad. Dar a conocer los gustos, ocupación,
familia, amistades, viajes, nivel socio económico y prácticas sexuales, entre
otros aspectos; ayuda a crear un archivo virtual que permanecerá en la nube y
no hay manera, hasta hoy, de borrarlo.
Nos
enteramos de los riesgos de dar nuestra información personal al crear un
perfil, usar Uber, bajar una aplicación o googlear; una vez que ya lo hicimos.
Le hemos entregado -obligatorio- al gobierno nuestra “intimidad”: licencia de
conducir, servicios de salud, escuelas, bancos, pagos de impuestos, placas,
compra-venta de inmuebles y un largo etcétera.
¿Qué
hacer ante esta situación?
terapiabreveconbeatriz@gmail.com
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