Simple-Mente
Beatriz E. Alvarez Barrón
Seguramente has escuchado la
preocupación maternal cuando una madre dice “me preocupa mi hijo” porque no
tiene trabajo, porque sus amistades no son buenas o porque tiene problemas con
su pareja; y ya tiene treinta o más años el hijo.
Lo que pareciera amoroso en
el fondo es un ataque despiadado. En realidad lo que se quiere es adueñarse de
la vida de los hijos. Es muy difícil dejar de verlos como niños, esta
imagen proporciona mucho placer y está
guardada en la mente inconsciente; no se
quiere ver la realidad, el hijo ya creció, ya es un adulto.
Cuando la madre se preocupa
por las decisiones de los hijos, en el fondo equivale a decirles que ella es más
sabia, que sabe lo que es mejor para ellos y no reconoce el poder de la mente
de sus hijos para elegir sus lecciones.
En el libro “Padres e hijos,
la lección más difícil” Kenneth Wapnick hace notar como los padres se preocupan más
por lo externo (la forma): su trabajo, su boda, su economía y dejan de lado su
mente, no les interesa en absoluto; pero si quieren elegir a nivel de la mente
de sus hijos.
¿Hay alguna culpa por no
haber hecho bien el papel de madre o padre? Si no se responde de acuerdo a lo
que la sociedad espera, entonces hay preocupación. Cuando ya es mayor el hijo o
hija hay que aceptarlos tal como son, sin hacerse responsable con culpa y miedo
por sus decisiones.
Cuando son niños es
diferente, se es responsable de su cuerpo, de su salud, de su educación y de todo lo que pueda ayudarle o afectarle. A
los treinta años ya no es así, de lo contrario, es mandarle el mensaje de que
no es capaz de hacerse responsable de sí mismo.
La madre se preocupa por el
hijo en lugar de aceptar lo que él ha elegido para su vida. Lo que quiere es
verse como una madre amorosa, pero no es así, en el fondo quiere soltar la
culpa y esto impide aceptar cualquier decisión que tome, así sea algo que la
madre y todo el mundo considere una tontería: vivir cerca de un cementerio,
trabajar en un antro, estar con la persona incorrecta.
A los padres les cuesta trabajo decirle a los hijos –que hagan lo que hagan– se les va a seguir queriendo, sin importar
que no sigan los patrones sociales “el qué dirán”, ni sus propios deseos
insatisfechos proyectados en los hijos. En el amor no debe haber límites hay
que preocuparse más por el contenido (el amor por ellos) que por la forma.
Las decisiones que toman los
hijos pueden estar completamente equivocadas, pero esto no impide que se
respete lo que quieren hacer. Su ego puede equivocarse pero el error puede
corregirse.
Se puede decir lo que se
piensa que es lo correcto o dar un consejo, si se pide. Si sigue el consejo o
no, es otra cosa. Lo que importa es que los hijos no han hecho nada para poner
en peligro la relación de amor con los padres por tomar decisiones equivocadas.
Seguir haciendo lo que los
padres hacen normalmente a medida que los hijos crecen está bien, pero cuando
ya crecen y se han ido de casa, a menos que
soliciten específicamente un consejo, hay que preocuparse solo de
mantener el amor por ellos.
Este libro me ha dejado muy
claro lo que como madre he experimentado, he cometido muchos errores, pero mi
amor siempre ha estado ahí, sin condiciones. Yo no sé, si tú, te has
identificado con algún párrafo de este texto, de ser así, con tan solo hacer
conscientes tus errores ya estas cambiando tu pensamiento y el de tus hijos por
añadidura.
Ser una madre amorosa y
dejar en libertad a tus hijos, es el mejor regalo para ellos en este día de la
madre.
Consultas en línea previa cita
Facebook: Beatriz
Alvarez Barrón
Twitter:
@beatricealvare9
No hay comentarios:
Publicar un comentario